sábado, 17 de octubre de 2009

Atención médica al final de la vida


Opinión. Editorial
JANO.es
Atención médica al final de la vida
16 Octubre 2009


Nadie cuestiona hoy el derecho de todo ser humano a recibir una adecuada atención y a no sufrir de manera innecesaria; sin embargo, los datos disponibles y la realidad actual señalan que este derecho no está, ni mucho menos, cubierto como debiera.

La Organización Mundial de la Salud ha reiterado este mensaje y, cuando en 2005 promovió la celebración del Día Mundial de los Cuidados Paliativos —un tipo de atención que se marca como esencial objetivo aliviar el sufrimiento y mejorar en lo posible la calidad de vida de los pacientes, dignificando su final—, puntualizó que en todo el mundo más de 100 millones de personas podrían ser beneficiarios directos de este tipo de cuidados. Un reciente estudio, realizado en Francia, Bélgica, Italia, Portugal y España, concluye que 8 de cada 10 enfermos terminales murieron con dolor moderado o intenso y más de la mitad de los casos con ventilación asistida. Por otra parte, aunque el 93% de los médicos españoles consultados considera que el enfermo debe morir en su casa rodeado por los suyos, el 59% de los fallecimientos se producen en el hospital.

Los expertos consideran que España tiene un largo camino que recorrer en el ámbito de los cuidados paliativos y que su puesta en escena es muy desigual en función de las diferentes comunidades autónomas, siendo probablemente Extremadura, Cataluña y Canarias los territorios en los que más se ha avanzado.

Sensible a este campo esencial de la medicina, la Organización Médica Colegial (OMC) incide en que todas las personas tienen derecho a una asistencia sanitaria de calidad, científica y humana. Por tanto, recibir una adecuada atención médica al final de la vida no debe considerarse un privilegio, sino un auténtico derecho.

En su “Declaración sobre la atención médica al final de la vida”, la OMC sostiene que la medicina paliativa debe aplicarse desde todos los ámbitos asistenciales: atención primaria, atención especializada y atención sociosanitaria. Además, el médico, cualquiera que sea su especialidad, debe adoptar ante el sufrimiento una actitud particularmente compasiva y humana, con empatía, respeto y delicadeza. Abandonar al enfermo cuando necesita esta atención constituye una mala práctica médica.

El objetivo en la atención a las personas con una enfermedad en fase terminal, concluye la Declaración, es procurar su mejor calidad de vida, lo que implica identificar, evaluar y tratar el dolor y otros síntomas de forma temprana, así como atender las necesidades psicosociales y espirituales. El tratamiento del dolor no es una cuestión opcional sino un imperativo ético.

Procurar una comunicación respetuosa y sincera, que aporte información responsable y adecuada. Hay que facilitar al enfermo que pueda expresar sus emociones y siempre debe ser escuchado.

Continuidad en los cuidados a lo largo de la evolución de su enfermedad, estableciendo mecanismos de coordinación entre todos los niveles asistenciales, promoviendo y facilitando que el enfermo, si así lo desea, pueda morir en su casa.

Conocer y respetar los valores del enfermo promoviendo su autonomía y facilitando su participación en la toma de decisiones, prestando una especial atención a las voluntades anticipadas.

Reconocer la importancia de la familia y el entorno personal del enfermo, promoviendo su colaboración en los cuidados. Así mismo, hay que prestar atención esmerada a las necesidades de los cuidadores. Las actuaciones asistenciales deberán evitar tanto la prolongación innecesaria de la vida por medio de la obstinación diagnóstica y terapéutica, como su acortamiento deliberado, o el abandono del enfermo y su familia.

La petición individual de la eutanasia o el suicidio asistido deben ser considerados generalmente como una demanda de mayor atención, pudiendo hacer que desaparezca esta petición aplicando los principios y la práctica de unos cuidados paliativos de calidad.

En los últimos años se ha incrementado de un modo irrefutable el nivel de evidencia sobre la efectividad de los cuidados paliativos. Son constatables los avances en el control del dolor y de otros síntomas. El uso adecuado, entre otras medidas, de la morfina y de nuevos analgésicos consigue suprimir o aliviar el dolor en la mayoría de los casos.

La información y la comunicación entre enfermo, familia y equipo terapéutico es otro de los pilares fundamentales para una atención de calidad.

Se debe promover y practicar el trabajo en equipo interdisciplinario, sin olvidar el papel del médico como referente. La ética clínica, entendida como la metodología que promueve la toma de decisiones respetando los valores de quienes intervienen, debe ser usada como método de trabajo cotidiano.

Finalmente, la OMC apunta que el progresivo incremento de personas que precisan cuidados paliativos constituye actualmente un paradigma que ya no puede ser considerado como cuestión marginal en la enseñanza de las facultades de medicina. La demanda social de medicina paliativa es un buen ejemplo para entender la urgencia de reformas en los planes de estudio más adaptadas a las necesidades de una sociedad que, en buena medida, muestra su grado de civilización y compromiso en el nivel de cuidados que presta a sus ciudadanos más frágiles. Sin ninguna duda, las personas en situación terminal lo son.

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